Me llaman profe...No pude ser maestro.
Psicólogo y Licenciado en Lingüística
y literatura.
SIGNUM AULA ABIERTA
A los maestros nos duele, nos duele mucho...pero no nos sorprende
Jairo Aníbal Moreno Castro
Leo la nota del periódico Mercurio del 22 de noviembre de 2014 ("Seis actitudes que tienen hartos a los profesores en el aula", publicada por el diario El Tiempo virtual el 23 de noviembre) acerca de acciones de los escolares, juzgadas por doce profesores chilenos como altamente molestas. Sin duda, colocarle trabas a la comunicación pedagógica con el uso inapropiado de celulares en el aula (uno de esos 6 comportamientos molestos), o ser impuntual, o no leer, ni participar activamente en las dinámicas de construcción de conocimiento, o responder con facilísimo extremo a las exigencias de la academia, son acciones estudiantiles que no solo agreden y entorpecen los ritmos de aprendizaje, sino que agrietan, a veces fatalmente, las interacciones
en el aula.
Revisando en detalle tales comportamientos, especialmente en la población universitaria, es fácil descubrir en su base tres causas fundamentales, todas ellas de grave incidencia en las comunidades educativas nacionales y responsables - en gran medida - del deterioro de la educación colombiana. La primera, los "climas institucionales" que es lo que en la misma nota de El Tiempo, nuestro apreciado colega Mauricio Pérez Abril, denomina cultura académica; la segunda, lo que hemos llamado recientemente Depresión cognitiva o relajamiento de los procesos de pensamiento y la tercera, la disminución radical del compromiso afectivo con el que los profesionales en formación, solucionan sus obligaciones académicas cotidianas.
En lo que concierne a la llamada Cultura académica o "climas institucionales", debe reconocerse que cada día con mayor vigor la cultura occidental del presente milenio está moldeada por cinco determinantes sociales perversos (Calvino, 1986): la rapidez, la brevedad, la concreción, la uniformidad, la superficialidad. Determinantes que han incursionado en el territorio escolar sin ninguna timidez. Sea breve y concreto es una consigna profesoral viral que desconoce que son precisamente la brevedad y la concreción (como norma) las marcas patológicas de la idiotez. La rapidez, generada en el afán de recorrer completamente parceladores y programas, es, por su parte, la fuente inicial de aprendizajes "livianos", penosamente superficiales. Tal suele ser el ambiente en el que las instituciones educativas contemporáneas esperan cumplir sus objetivos. El resultado es previsible: estudiantes uniformados, producidos " en serie", mucho mejor dispuestos para consumir que para crear; sujetos de aprendizaje que resuelven sus problemas académicos diarios con cierto apuro, pero con el menor rigor y profundidad posibles, y profesionales en formación más afanados por tomar apuntes vacíos y descontextualizados que por interpretar la información sepultada en esos cementerios que terminan siendo sus agendas o cuadernos
"siete materias".
Respecto de la segunda causa de los comportamientos estudiantiles que agobian a profesores y maestros, la llamada por nosotros DEPRESIÓN COGNITIVA (Moreno, 2010), es el momento de aceptar que es esta, una circunstancia social generalizada. Son muchas las instancias y las mediciones que con distintos propósitos y metodologías han puesto en evidencia los bajos desempeños comprensivos de nuestros estudiantes (SERCE, TIMMS, PISA, LLECE, SABER). Probablemente, después de tantos años de escolaridad esclavizada por la idea de ser rápidos, breves y concretos, luego de tantos años presionados para dar respuestas uniformes y soluciones simples, la carencias comprensivas expresadas en incompetencias para argumentar, interpretar, relacionar, y aplicar la información estudiada, sean tan solo un castigo menor. La verdad, esto nos duele a los maestros. Nos duele mucho, pero no nos sorprende. Somos, estudiantes y maestros producidos por una cultura patosémica, perversamente simplista, exageradamente veredal. Al final, tenemos lo que cosechamos; sufrimos lo que merecemos. Tenemos, Cosechamos, sufrimos y merecemos, estudiantes y maestros con dificultades para salir del barrio y entrar en la historia. Estudiantes temerosos del universo, angustiados por la universalidad, por la universidad. Encontramos profesionales en formación a quienes la teoría les desencadena fobias; estudiantes a quienes el menor cambio en el ambiente les genera conflicto; aprendices que rechazan por principio cualquier propuesta innovadora, que repelen la sorpresa, que se resisten al movimiento natural de la vida y de la ciencia. En esas circunstancias, los problemas lectores y escriturales - sobrediagnosticados- terminan siendo el rasgo principal de nuestros profesionales quienes arriban a la meta pensando muy poco y comunicando con torpeza lo que piensan.
Finalmente, la tercera causa de los comportamientos inadecuados identificados como molestos en los estudiantes, es la reducida fuerza emocional con que enfrentan sus tareas. Y es que en definitiva, tres son los ingredientes básicos del éxito escolar: rigor, comprensión y pasión. Y de ellos, la afectividad, es la variable de más peso. Las emociones refundidas en el aula, seguramente por la larga historia de experiencias aburridas, junto a la grande resistencia al goce natural del aprendizaje, son actualmente las zancadillas más peligrosas en el camino universitario. Allí, en el camino, encontramos a estudiantes y a profesores que en lugar de gozarse, padecen el aprendizaje, lo evitan con toda suerte de triquiñuelas y pretextos. “Mañana no hay clase”, es una noticia que a unos y a otros les produce la alegría que no les genera el aprendizaje de lo nuevo. Somos entonces una sociedad de estudiantes " sin clase", ansiosos por liberarse de esa escuela que con el pretexto de enseñarles, los atrapa.
En el escenario conformado por esos tres determinantes: cultura escolar empobrecida, cognición debilitada y emociones refundidas, encontrar estudiantes que chatean compulsivamente en clase, que no leen, que no realizan esfuerzos intelectuales mayores y que son impuntuales y descomedidos, como lo denuncian los profesores chilenos en la nota referida, es como encontrar que la leche que guardamos por años en el refrigerador está helada y congelada. La verdad a los maestros nos duele, nos duele mucho, pero no nos sorprende.
Jairo Aníbal Moreno
Calvino, I (1986). Seis propuestas para el próximo milenio, Madrid, ciruela.
Moreno, J (2010). De la peste del lenguaje, a la peste del silencio. La depresión cognitiva. En: Revista Polemikos, Fundación Universitaria Los Libertadores, Bogotá.