Me llaman profe...No pude ser maestro.
Psicólogo y Licenciado en Lingüística
y literatura.
SIGNUM AULA ABIERTA
Integración curricular: proyectos y trayectos
“Formar a los futuros ciudadanos para que sean aprendices más flexibles, eficaces y autónomos, dotándolos de capacidades de aprendizaje y no sólo de conocimientos específicos que suelen ser menos duraderos”.
Jairo Aníbal Moreno Castro*
¿Cuáles son los rasgos propios de un Proyecto curricular contemporáneo, cuál es el horizonte y la cobertura del concepto PROYECTO CURRICULAR, cuáles sus implicaciones teóricas, metodológicas e institucionales y finalmente cuál es el estatuto de las relaciones que un Proyecto Curricular destinado a la formación de profesionales de la Educación especial, sostiene con la integralidad, la flexibilidad, la interacción, la intersubjetividad y la interdisciplinariedad,[1] conceptos cada día mejor posicionados en el discurso académico nacional? Los anteriores, son interrogantes que tendrán discusión preliminar en el presente trabajo.
En cuanto al concepto de Proyecto curricular, pareciera que los académicos colombianos han logrado encontrarse alrededor de los siguientes planteamientos:
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Un Proyecto curricular si bien posee semas que los distinguen de un proyecto de investigación, se caracteriza como éste por la dinámica en su construcción, por la sistemicidad en su ejecución; por su viabilidad, por su temporalidad; por la sensibilidad a los permanentes ajustes, renovaciones y remodelaciones; por su desarrollo a partir de un problema fundamental[2]; por la pertinencia de su diseño y por la coherencia externa e interna de su estructura;
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Así mismo, parece existir acuerdo pleno acerca de que un Proyecto curricular debe ser pensado como una elaboración procesual, generosa y ajustada a los requerimientos contextuales. En este sentido debe estar orientado a la solución de problemas sensibles del entorno.
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Debe, igualmente, construirse y situarse en un horizonte conceptual que lo signifique. Este horizonte debe ser un condominio transdisciplinar con fronteras múltiples: la filosofía, la política, la ética, la estética, las ciencias del lenguaje y la comunicación, la psicología y la pedagogía.
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En el Proyecto curricular, son evidenciables un punto de partida y un destino. El primero, es explícito y situado en la intersección de propuestas disciplinares vigentes y de urgencias sociales inaplazables; el segundo, el destino, no propuesto de manera terminada e irremediable, sino pensado para que sea por lo menos predecible. En este sentido, las ideas platónicas de perfil, perfilar, formación, formar (es decir, dar formar de acuerdo con un modelo – o proforma – previo y rígido) tienen que ser pensadas con reserva y salvedades.
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El Proyecto curricular es susceptible de ser definido no sólo desde su arista conceptual y filosófica sino también desde sus posibilidades operativas. Así, deben constituirse y hacerse manifiestos, tanto el ideario general del proyecto, el proyectum, o marco epistemológico, como las características concretas de recorrido del mismo (trayectum). En una dimensión teleológica, el Proyectum, aunque mantiene múltiples y consistentes conexiones interdependientes con el trayectum y con el sujeto, entidad concreta que lo recorre, debe estar claramente diferenciado [3] de ellos.
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Históricamente se identifican tres macroconcepciones de proyectum: a) la enfáticamente empirista de la que se derivaron teorías, estilos de enseñanza, modalidades de aprendizaje y patrones de regulación del territorio escolar, marcadamente formales, inflexibles, atomizados y mecanicistas; b) la esencialmente racionalista de donde emergieron modalidades pedagógicas fuertemente interesadas por la significación, por los contenidos, por la argumentación, por la dinámica constructiva del pensamiento humano, y c) la concepción semiótico-dialéctica,[4] comprometida con las prácticas sociales, empeñada en hacer de la interacción y la intersubjetividad, los pilares de la construcción del sujeto y del conocimiento. En esta última perspectiva, sujetos y conocimientos se construyen y reconstruyen en una permanente y ejemplar dinámica de confrontación, en prácticas constantes de negociación de sentidos, en un diálogo inagotable e inteligente de discursos. Es la inter-acción, el rasgo definitorio de esta perspectiva educativa.
Es precisamente en el marco de ésta última concepción, denominada semiótico - dialéctica, en donde las demandas que la sociedad actual formula a las comunidades educativas, tienen mejores y más certeras posibilidades de realización. A un Proyecto curricular, instalado en esta alternativa epistemológica, parece corresponderle por definición las características que a continuación se enuncian[5]
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Pleno acento investigativo. Actitud de búsqueda más que de consumo.
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Notoria Flexibilidad y actualización disciplinares.
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Dinámica ejemplar de recorrido.
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Innovación pedagógica y didáctica.
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Notoria relación e integración temática, conceptual , disciplinar, metodológica, profesional, infraestructural.
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Atención principal a los contenidos más que a la formas.
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Sensibilidad contextual.
La totalidad de acciones pedagógicas de enseñanza y aprendizaje realizadas en el marco del plan de estudios tendrían que ser emprendidas y significadas en el contexto y con la dinámica propia de la investigación. [6] En cuanto a integralidad, flexibilidad e interdisciplinariedad, condiciones propuestas como sustanciales a una visión curricular sintonizada con los desarrollos pedagógicos, presentamos las siguientes consideraciones:
Si bien en la historia del pensamiento humano pareciera éste haber discurrido preferentemente bajo la tiranía de la razón fragmentada, del ojo adiestrado para el escrutinio infértil del detalle atomizado e insular, el siglo veinte creció al amparo de una ilusión contraria: construir, comprender y vivenciar intelectivamente el universo como un asunto altamente complejo, total, unitario, dinámico y cohesionado.
Desde distintas esquinas conceptuales, con diferentes intenciones y por diversas avenidas epistemológicas, pensadores destacados del siglo veinte le apostaron a la integralidad. A Saussure, el célebre pensador ginebrino, se le reconoce el honor de haber propuesto, delimitado y definido las condiciones metodológicas para comprender la esencia estructural del mundo y sus representaciones. Los conceptos de estructura, sistema,
totalidad dinámica, relaciones significativas – conceptos fundantes de la integración como efecto y de la integralidad como condición -. aplicados inicialmente a la explicación lingüística, se transfirieron con celeridad a otros ámbitos científicos ( Levis-strauss, en antropología, Foucault en filosofía, Piaget en Psicología, Goldman en literatura, Parsons en sociología)
Aunque desde comienzos de la década de los ochenta el concepto de integración ya existe en el país fundamentado en algunos manuales oficiales[7] y en ensayos de desatacados especialistas ( Vasco, 1983) en los que se propone la integración curricular a partir de unidades, tópicos, relatos, es tan sólo en 1987, por iniciativa de la Universidad del Valle que se postula un borrador de Modelo pedagógico Integrado pensado como un proyecto social que pretende “ la vinculación de todas las fuerzas vivas de la escuela para que se dé una producción integrada de conocimientos apoyada en la investigación colectiva y participativa...” ( Proyecto MPI, 1987)[8]
Tal formulación obedeció a los planteamientos que desde la década anterior venía exponiendo el sociolinguísta Basil Bernstein ( 1985). A este profesional del sentido corresponde el doble mérito de haber introducido en el código escolar la categoría de integración y de haberla vinculado significativamente con la flexibilidad. Lo primero a propósito de lo que denominó “ Modelo pedagógico integrado” Un modelo pedagógico de esta calidad, a diferencia de uno atomizado o agregado es para el autor aquél que tiene una enmarcación débil, es decir “ los alumnos ejercen mayor regulación de la comunicación y sus espacios”, y una clasificación igualmente débil representada en la alta flexibilidad y en la acentuada fluidez con que se relacionan las distintas instancias educativas ( saberes, maestros, comunidad, directivos, espacios, conocimiento escolar). La enmarcación crea condiciones comunicativas que reproducen los límites establecidos por la clasificación.
Finalmente Morin, en su reciente catálogo de saberes propios de la educación del tercer milenio, destaca, como una de las condiciones innegociables de la educación por – venir, la enseñanza para el conocimiento pertinente, ello es, el conocimiento integrado o articulado en totalidades complejas.
En lo hasta aquí reseñado ,está puesto – no sólo presupuesto - que la integralidad y la flexibilidad son objetivos que, situados en el mundo de la escuela, exigen altos niveles de interacción con el medio para la solución efectiva de problemas vinculados con los objetos de conocimiento. Está igualmente propuesto que la integración, reclama una continua actividad relacionante de saberes, de disciplinas, de textos, de discursos, de sujetos, de espacios y de acciones pedagógicas.
INTEGRACI N
Inter- acción
Inter- subjetividad
Inter- locución
Inter- textualidad
Inter- disciplinariedad
Inter- relación
Una visión curricular así pensada es capaz de recuperar la plenitud del sujeto; plenitud reducida en las visiones educativas clásicas a cualidades fragmentadas y disyuntas. Es capaz, así mismo, de contrariar la lógica que privilegia las partes sobre las relaciones y las totalidades. No se siente impedida para transgredir el monopolio de las teorías egocéntricamente disciplinares, radicalmente autísticas. Es verdaderamente sensible a los condominios conceptuales, a la formación transdisciplinar.
En un horizonte curricular verdaderamente integrado, los saberes particulares están necesariamente subordinados a macro propósitos de aprendizaje. La negociación democrática, el roce inteligente de discursos, la permanente actitud de búsqueda, son rasgos dominantes por encima de la frivolidad de las calificaciones, del imperialismo del soliloquio y la dictadura de los horarios personalizados. En éste ámbito, la enseñabilidad se instituye en programas no necesariamente lineales, parcelarios. La evaluación de los aprendizajes, no es un escrutinio “frió” de contenidos parciales situados al margen de sus universos temáticos; no recae sobre segmentos de programa. La institución escolar, que se piensa y actúa integradoramente, es necesariamente dialogante, es por vocación y por destino, democrática.
Ahora bien, una queja reiteradamente formulada por los distintos agentes educativos y confirmada en recientes investigaciones (LLECE, UNESCO, MEN),tiene que ver con los bajos niveles intelectuales de procesamiento de la información de los escolares nacionales. Específicamente las instituciones educativas reclaman con insistencia mejores rendimientos en tareas de interpretación productiva, de comprensión crítica, de aptitud integradora, sistémica y relacional.
El desarrollo fluido de los procesos intelectuales vinculados con las tareas académicas señaladas ( procesuales y sistémicas) es una condición sin la cual las metas de excelencia educativa no pueden cumplirse satisfactoriamente
Sin embargo, la construcción de representaciones verdaderamente sistémicas y procesuales encuentra numerosos obstáculos y demanda diversas competencias de pensamiento que necesitan ser desarrolladas intencionalmente... (Tal desarrollo) requiere procesos pedagógicos orientados expresamente hacia ese fin y dispuestos a enfrentar y superar los obstáculos. Sin embargo, la escuela actual cumple muy precariamente con la tarea de promover en el estudiante el desarrollo de estas formas de pensamiento sintéticas e integradoras.[9]
En este punto de la argumentación, está claro que Integrar, integración, son indicadores y señales incontestables de un Proyecto curricular con pretensiones reales de calidad. La calidad en los diseños y también en las ejecuciones, educativas, pedagógicas y didácticas, pasa por la sensibilidad para trascender las partes. Tendría que quedar claro también que para asumir los riesgos de proyectos, trayectos y sujetos integrados, es necesaria una actitud generosa, audaz y en esencia flexible y creativa.
Pero ésta necesidad es una condición negada, injustificadamente contrariada y no bien estimada en las instituciones educativas del siglo veintiuno. Sí, así es. Los idearios educativos, las actividades escolares, los manuales de procedimiento, las políticas que regulan la academia criolla, son desmesuradamente inflexibles y egocéntricos. Si algo caracteriza bien a nuestras comunidades de aprendizaje es su indisposición morbosa al cambio, su apego enfermizo a tradiciones y formatos del pasado. Repitamos el diagnóstico: la escuela actual no es eficiente con la tarea de promover en el estudiante el desarrollo de formas de pensamiento sintéticas e integradoras.
El resultado es evidente: a una escuela inflexible, penosamente analítica, con políticas y prácticas inflexibles y segmentadas, le corresponden causalmente aprendices con reales dificultades para procesar información de manera sistémica, fluida, autónoma, y divergente. Este es, exactamente el conflicto y al mismo tiempo el desafío de la escuela nacional. Formar ciudadanos aptos para saltar sin apuros de las partes, a las relaciones y de éstas al todo que ellas constituyen, forjar aprendices planetarios que toleren la incertidumbre, es una misión posible sí, y sólo sí, la escuela asume la integralidad, la interdisciplinariedad, la flexibilidad, como consignas fundamentales en sus prácticas diarias.
Notas bibliográficas
* Psicólogo, Licenciado en Lingüística y Literatura. Profesor, Universidad Nacional, Universidad Distrital, Universidad Pedagógica Nacional, Universida Santo Tomás, Escuela de Artes y Letras. Integrante de los equipos Signum Aula Abierta y CONTEXTOS ACADÉMICOS .
[1] Indicadores de calidad educativa, propuestos por las instancias nacionales que regulan la Educación Superior.
[2] Para nuestro caso: La formación de maestros habilitados esencialmente para.....
[3] También complementado por
[4] Ver, Jaimes Gladys. Pedagogía, epistemología y lenguaje. En: Cuadernos de acreditación, Universidad Distrital, Bogota, 2000.
[5] Características ya discutidas en un documento- borrador anterior y que son a la vez exigencias principales que sigue planteando el estado a las Instituciones educativas que aspiran a la acreditación de calidad.
[6] Aquí se concebiría la investigación no como una actividad agregada al desempeño profesional del maestro, sino como la condición principal y definitoria del ejercicio docente sin la cual las prácticas profesionales, serían escasamente productivas.
[7] MEN. Integración curricular, Bogotá, 1983.
[8] Proyecto formulado como consecuencia del estudio de los modelos pedagógicos de las Normales de Roldanillo, Zarzal y Guicarí ( Valle)
[9] Vasco, C Y otros. El saber tiene sentido. Una propuesta de integración curricular. Cinep . Bogotá, 2000.