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La lectura y el fútbol. Fragmento de " El juego lector, cuando la magia de ataque es vencida po


El terreno en el que cada jugador despliega lo mejor de sí, es un factor primordial para un juego de calidad. En ocasiones, las fracturas del campo, sus quiebres, sus excesivas sinuosidades y desorganizaciones, son obstáculos que limitan el ritmo del juego, minan la emoción y oscurecen su esencia significativa. Un campo en malas condiciones provoca lesiones, inclusive irreversibles, en los jugadores recién iniciados o mal preparados; suscita conflictos estériles y patrocina deserciones. Un terreno des-estructurado dificulta el “toque - toque”, imposibilita el pase profundo y anula el juego colectivo. No sólo la estructura del campo de juego es una variable del triunfo en la lectura, también lo es sus dimensiones. Cuando la longitud del terreno sobrepasa las capacidades físicas y mentales que cada jugador tiene para recorrerlo, el desgano, la atrofia y las lesiones emocionales permanentes son las respuestas más probables. Es este un error frecuente de muchos entrenadores quienes queriendo obtener rendimientos con la mayor precocidad, cargan desproporcionadamente de volúmenes de trabajo a los jugadores principiantes. Otra acción equivocada es someter a los atletas escasamente preparados a jugar de visitantes, es decir, a actuar en canchas desconocidas. Oficiar de anfitrión es una condición para lograr altos rendimientos. El juego debe entonces realizarse en escenarios próximos al entorno del lector, a sus circunstancias vitales, a sus marcos de referencia, para poder pronosticar resultados favorables. Como conclusión, hay que subrayar que la lectura es un juego completo en el que la preparación individual, las condiciones físicas del campo y la calidad del contrario, son los factores determinantes de su efectividad. Jugar bien es jugar con dinamismo en todos lo flancos (por la izquierda, por la derecha, atrás y adelante) como lo aconsejan los expertos (Fox, 1989) (3). Jugar bien es hacerlo divertidamente y sin prejuicios; es moverse en el campo con desenvoltura e intención goleadora. Jugar bien es sorprender sin dejarse sorprender. Debe aquí reconocerse una vez más y con cierta desilusión, que en nuestro país por falta de entrenadores y de entrenamientos mejor comprometidos con las tácticas más progresistas, son escasos los campeones. Así que nuestro estilo continúa siendo disgregado y defensivo. Es urgente entonces, que los directivos nacionales, los rectores espirituales de este juego popular, presionen a sus entrenadores para que incluyan en el juego estrategias más sólidas en lo interactivo, más versátiles en lo colectivo y más agresivas para el ataque. Es urgente también crear un clima social en donde el jugador, el juego y su aprendizaje, tengan opciones genuinas de crecimiento; en donde los argumentos no se resientan caprichosamente con la controversia; en donde buscar no tenga menos valor que encontrar; en donde el juego se promueva de una manera menos fortuita, intuitiva y axiomática; en donde se tolere la duda no como una tragedia sino como una virtud y en donde las verdades sean reales episodios de conquista y no concesiones cómodas y dadivosas. Tal es la ambientación necesaria para que en este y en todos lo juegos académicos opacados en su deleite, empecemos a sentirnos ganadores. De cualquier forma, el juego lector ha sido y será por mucho tiempo capaz de sobrevivir al juego sucio de sus enemigos. Ha sido resistente a todas las miserias humanas y a todos los embates pedagógicos para desalentarlo. No obstante, es precisamente de este sector cultural - de la escuela y sus maestros - de donde están por venir las mejores jugadas para que algún día, en el país de nuestros nietos, la lectura sea un deporte grato y ganancioso para todos".


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