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LEER Y ESCRIBIR. NUESTRO MANIFIESTO CONCEPTUAL


1.Leer y escribir son esencialmente acciones comunicativas, por lo tanto, exigen ser contempladas, explicadas y desarrolladas desde una perspectiva intersubjetiva: Se escribe para otro, contra otro, al tiempo que se leen los significados y las intenciones que alguien ha puesto en circulación en cualquier sistema simbólico convencional. En tal sentido, tanto la lectura como la escritura son prácticas de contacto, combate y cohesión social que discurren necesariamente en un contexto determinable, siendo de este contexto (interlocutores, valores, espacio, tiempo, propósito) de donde proviene finalmente su significación. 2. Lejos de ser conductas humanas frívolas, esqueléticas, y desconectadas de cualquier sustrato mental, la lectura y la escritura son el producto de la activación de unos procesos y de unas operaciones internas – sustancialmente intelectuales - análisis y síntesis, significación, relación sígnica, clasificación, jerarquización, implicación, seriación reversibilidad e inferencia... Lo anterior significa que dichas modalidades comunicativas deben ser entendidas primero (y más allá de su referencia sensoperceptual y de sus circunstancias motrices y auditivo-vocales) como manifestaciones de la inteligencia humana; como representaciones mentales. 3.Tanto la lectura como la escritura son prácticas comunicativas, cada día mejor instaladas y más definitorias de la naturaleza humana. Si bien el éxito en su ejercicio requiere de un sólido compromiso afectivo, de cuotas importantes de afecto, de una sensibilidad afinida, éstas son tan sólo condiciones necesarias pero no suficientes. Además del insumo emocional, del gusto, del placer, del “hábito”, se requieren activados procesos, operaciones y habilidades de fuerte textura cognitiva. 4. Leer y escribir son, de igual manera, acciones decididamente productivas, inferenciales y conversatorias. Al leer, por ejemplo, el sujeto no solamente identifica, relaciona y sonoriza unos grafemas, sino que produce para ellos un significado pertinente y además de eso, en un esfuerzo cognoscitivo ejemplar, dota al texto de unos significados y de unos sentidos adicionales. La participación dinámica y autogestora del lecto-escritor, es entonces un rasgo definitorio. 5. Por naturaleza, la lectura y la escritura son procesos simbólicos, es decir, representativos. La actividad inicial de percibir, reconocer e identificar los rasgos externos de un texto (significantes) debe ser completada con la búsqueda y producción de los contenidos correspondientes (significados) y con la adecuación de dichos significantes y significados a las necesidades comunicativas o contextuales que promovieron el texto. 6. Leer y escribir, son actividades precoces. Su aprendizaje es no sólo posible, sino deseable y necesario, mucho antes de lo que en las comunidades académicas y educativas ortodoxas, se contempla. 7. Por su marcado acento formalista; por sus segadas pretenciones sensoperceptuales, la escuela tradicional no “enseña”, sino impide el acceso inteligente, emocionado y efectivo a la letra.


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