LECCIÓN BREVE 5 Mis primeras palabras no fueron " grandilocuencia", ni "manipulación&

Si existe algo realmente maravilloso, casi mágico, es constatar cómo en tiempo récord, generalmente antes de los doce primeros meses de existencia, los seres vivos destinados a ser y a vivir como humanos, adquieren los primeros signos verbales y con ellos sus primeras herramientas para dominar inteligentemente el mundo. Sorprende ver que quienes vivían desde el nacimiento completamente esclavos, sometidos sin descanso a las exigencias caprichosas del entorno, empiezan a tener con sus primeras palabras ( que coinciden con sus primeros autodesplazamientos ) los primeros recursos de poder. Ya nos lo habían enseñado el joven Vigotsky y su discípulo Luria: venidos de un estado de plena dependencia al contexto ( simpráxico), algunos seres vivos tienen la fortuna genética de entrar alrededor de los 9, 10 meses de vida en un mundo cada vez más liberado de opresiones (sinsemántico). Y el ingreso a ese nuevo mundo está mediado por el signo que empieza de manera incipiente y galopante a vestirse en ese instante de palabras.
Así ocurre. El pequeño parlante, cuyas máximas hazañas hasta entonces habían sido, sostener su cabeza y sonreírle a la vida alrededor de los tres meses; sentarse, "remar" e intentar con más o menos éxito alejarse del adulto por su propia decisión y medios, consigue ahora antes de su primer año de vida emitir gritos reales de independencia. Hasta ahora era nombrado, era víctima pasiva de los brazos y discursos pegajosos del adulto. Ahora tendrá cada día mayor poder para nombrar. Las cosas del mundo que incorporaba ( introducía al cuerpo) a través de la boca, ahora las controla, las in/corpora, las somete con la palabra. Es entonces el momento para decir NO, muchas veces, no. La aparición de la negación (tercer organizador, según Spitz, después de la sonrisa y la angustia por la presencia intrusa de extraños), lo deja todo listo. Solo faltarán dos logros más y la incursión en el reino de lo humano será plena, esos dos logros por venir en los siguientes doce meses son, primero, la marcha fluida que desbocará la palabra, que la encadenará en construcciones verbales estructuradas y segundo, la aparición completa de la revolucionaria función simbólica (Piaget, Freud), ello es, el juego, el dibujo y el gesto con significado, la imitación diferida, la imagen mental, la palabra con fuerza sintáctica.
Regresando a las primeras palabras, motivo central de esta lección, hay que decir que su producción no es tan espontánea ni azarosa. Esas primeras voces no son, ni serán "grandilocuencia", "manipulación" y "tristeza". Tampoco serán "revolucionarios", ni "susurro", ni "nostalgia", aunque su sonido o contenido nos seduzcan. Su incursión en la vida humana parece obedecer en el desarrollo ontogenético ( como lo fue también en el largo proceso de humanización) a tres leyes de riguroso cumplimiento, las de concreción, frecuencia y brevedad que enunció con acierto hace 4 décadas el investigador Gili Gaya.
La CONCRECIÓN, es una tendencia inquebrantable en todas las infancias. Los humanos nos movemos en los primeros años de vida - como ya dijimos - de la esclavitud a la ilusión de libertad; de las cosas a las ideas; de lo sustantivo a lo esencial; de lo real a lo posible; de lo concreto a lo abstracto. Las primeras palabras están sobrecargadas de sustancia, su contenido son los objetos más próximos a la cuna, la mamá, el tete, el guau, el pio. Aún después de los ocho años de vida estamos operando concretamente, seguimos subordinados a la tiranía de lo objetivo. Las cosas nos engañan, sus tamaños, formas, colores y texturas nos distraen, nos perturban y alejan de las lógicas internas de la vida. Creemos que lo grande es lo valioso, que lo luminoso es más eterno, que lo ruidoso, es más preciado. Juzgamos con ingenuidad Cognitivas que hay más donde veo más. Los sentidos nos gobiernan por un buen trecho de la vida. Lo sensorial apabulla a lo racional. Así qué lastimosamente por esta ley de concreción, " desesperanza" no pudo ser nuestra primera palabra, así hubiera sido nuestra primera sensación.
La FRECUENCIA, es la segunda ley que regula la adquisición de la lengua, del infante, la que dinamiza la asimilación de la lengua expropiada del entorno. Más que obvio es que las voces a las que el futuro orador se exponga con mayor frecuencia, serán las primeras que guarde en sus archivos y las que primero use con diversas intenciones (designar, apelar, regular sus acciones...) para instalarse y "comerse " el mundo. Las más frecuentes se producirán primero siempre que sean a su vez las más concretas. Es realmente improbable que un bebé produzca precoz y significativamente las palabras "frustraciones" o " transgéneros", por más que las escuche de sus cuidadores cientos de veces al día. El ruido de tales palabras, podrá estimular el oído, pero no motivará su producción más que palabras como "pan".
Por último, la BREVEDAD, se suma a la frecuencia y a la concreción como criterio fuerte de selección de palabras comprendidas y pronunciadas precozmente por el pequeño hablante. Él selecciona por economía articulatoria las voces más cortas y motrizmente menos conflictivas de modo que entradas lexicales con más de dos sílabas o con sílabas " trabadas" como " trencito" y "brazos", se producen posteriormente a pesar de su alta concreción y de su probable elevada frecuencia en algunos contextos. Acudiendo a las reglas aquí descritas puede entenderse que expresiones meramente funcionales o conectoras como " sino", "y", "con", " desde", siendo muy breves y probablemente de uso muy frecuente en los ambientes de desarrollo de nuestras niñas y de nuestros niños, se emitan tardíamente por su nula concreción.