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Ser maestros

Entre trotes y trazos, a veces más entre los primeros que entre los segundos, agota su vida el maestro. Su profesión es por naturaleza y también por encargo social, creativa, conflictiva y desafiante. No hay duda, es necesariamente creativa, intelectualmente conflictiva y hermosamente desafiante. Su afán es enseñar, su estrategia es proporcionar con oportunidad generosa, con arte y novedad, señales para que otros las conviertan en argumentos propios. Su misión es radicalmente liberal, liberadora y noble; es grata, pasional y doblemente tensionada. Tensionada primero desde lo ético: no olvidemos demos que por definición el ejercicio magisterial debe ser cambio, divergencia y movimiento, mucho movimiento. Tensionada luego desde distintas trincheras externas que le reclaman lo contrario: le exigen inflexibilidad, repetición, quietud, convergencia, formalismo y tradición. Muy merecidas entonces las rosas de hoy. Agradecemos las palmas y los guiños con los que cada año, en distinta fecha, por distinta causa, pero con la misma intención, se celebra continentalmente el día del maestro.

Con afecto real para todos los maestros y maestras quienes diariamente, a pesar de las trabas y distractores, hacen su jugada maestra. Para ellos que profesan desde su vida, desde el amor, y no solo desde la frialdad de los textos y los recetarios.

MÁS DE LOS MAESTROS

¡Qué emocionante es enseñar! ¡Qué bello es aprender! Qué mágicos esos espacios en los que sin recatos ni zancadillas se construyen en colectivo los saberes. También qué difícil es hacerlo aún para quienes tienen vigente su licencia. Ser licenciado es un privilegio que no nos pone a salvo de ambigüedades, ni de contradicciones, tampoco de absolutos que no existen, ni de falsas creencias, ni de desencuentros con la ciencia. Esas falsas creencias que nublan nuestras prácticas profesionales son el tema del problema semanal. Con él queremos iniciar con mucho amor e intención autocrítica las celebraciones del día del maestro que ya viene.

LOS MAESTROS Y MARTÍ

" Y me hice maestro que es hacerme creador" . La célebre sentencia de ese grande de la historia, la filosofía, la política, la literatura y la pedagogía universales, nos convenció sin vacilaciones de que el ejercicio docente requiere como ningún otro , de maña, teatralidad, histrionismo y de una cuota muy alta de sensibilidad creadora. La innovación, es sin duda, el nervio de la enseñanza. Ahora bien, si existe alguna actividad de la inteligencia humana que supere el clímax creativo de la enseñanza, esa es el aprendizaje. Aprender es construir nuestra palabra a partir de la palabra ajena. Aprender es crear nuestro universo sobre las señas que nos proporcionan, textos, pares y maestros. Aprender es vencer los imposibles, doblegar lo desconocido y llenarlo de nuestro espíritu y talante. A quienes aprenden institucionalizadamente se les llama aprendices, alumnos o estudiantes.

OTROS GRANDES

Aún hoy en este siglo de pasiones refundidas, de afanes mediáticos faranduleros y desechables, de desapegos fuertes , de miradas displicentes a la historia y a sus grandes, ser maestro es un destino hermoso y lo es más cuando recordamos a quienes con sus pensamientos visionarios tejieron nuestra profesión (Comenio, Makarenko, Dewey, Montesori...).


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