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Lo dijo Violeta y lo cantó Mercedes

El asunto parece simple y sin ninguna trascendencia social, pero no lo es y tiene mucha: se trata de los estudiantes, es decir, de aquellos seres que se supone están destinados a cambiar el rumbo de la historia, a construir futuro, a tejer sociedad. Hablaremos de quienes inscritos oficialmente en alguna comunidad de aprendizaje, estudian, ello es, tienen la obligación de comprender la vida, de moverla con su comprensión hacia adelante, de llenarnos con ella de esperanza.

Acerca de este tema nos referiremos especialmente a los tres tipos o modalidades que de ellos se pueden identificar en las instituciones académicas universitarias. Señalaremos sus características, ejemplificaremos sus actitudes y destacaremos su responsabilidad social.

Es fácil evidenciarlo, los estudiantes universitarios son de tres tipos: los " pacientes", los " fríos" y los "calientes".

De los primeros hay que decir que en nuestra cultura y por ella misma (intelectualmente empobrecida y culturalmente esclavizada por el facilismo y la inmediatez), son la mayoría. Estos sufren el aprendizaje, padecen la escuela, la sienten como un castigo insoportable, asisten a ella por decisión ajena, sin vocación, sin emoción y sin destino. Estar allí les genera angustia, enfrentarse a los retos diarios de la academia los trastorna, les produce somatizaciones en muchas ocasiones incapacitantes ( alergías, fobias, hipertensiones, migrañas... ). En las clases, si es que asisten, duermen, chatean, miran mil veces el reloj, molestan al vecino; desde el primer minuto alistan la salida, planean el escape. Por ellos, la sociedad se conduele, son zancadilla, la traba del futuro.

De los segundos, crecidos en sociedades vencidas por la inercia, nos estremece su indiferencia, su neutralidad; su vacío de afecto por la vida; su desamor por lo nuevo; su desprecio por la sorpresa, la creatividad y el cambio; su frialdad emocional; su desgano para aprender. De la escuela, nada los conmueve. Como en el tango, para estos " Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor..." En las clases se les nota siempre tranquilos: Escuchan que un país africano ha desaparecido por el Sida y hacen flechitas en la hoja; oyen que en el nuestro, el número de desaparecidos y desplazados es mayor que los habitantes de Noruega y pintan corazones; leen que en el mundo hay 756 millones de personas que mueren de hambre y entonces retiñen las flechas y los corazones. Ocupan un sitio y no están. Tampoco de ellos la sociedad espera mucho. Solo un cambio brusco, un remezón muy fuerte, los llenará del "calor" que la vida exige a los que triunfan.

Por último, el tercer tipo de estudiantes está conformado por aquellos que a pesar de los tantos distractores culturales, tienen horizonte, proyecto y destino definidos. Estos son los grandes, los profesionales, los que viven, aman y aprenden con pasión. Son los "calienticos", quienes gozan realmente con lo nuevo, los comprometidos con la historia. Sus motivaciones para el aprendizaje vienen desde adentro, se originan en su necesidad de crecimiento. En las clases (siempre están) escuchan, interpretan, dicen, contradicen, relacionan consistentemente, infieren con gran velocidad, conectan los datos con la vida, se sorprenden y sorprenden. Fuera de clase, buscan, complementan y construyen. Si hay que leer una página, leen diez; si la consigna del maestro es buscar una respuesta, buscan cien y no solo presentan sus respuestas, sino también llegan cargados de preguntas y problemas. Entienden que nunca es suficiente, que nada está acabado. Con ellos, la sociedad lo tiene todo. Son ellos quienes nos mantienen viva la ilusión, es por ellos que la educación se salva del naufragio.

Así que estudiar es una actividad social cotidiana con gran incidencia en el destino de los pueblos. Es realizada por tres tipos de actores y de tres distintas maneras: con sufrimiento, con indiferencia y con pasión. Es esta última opción la que no nos deja morir. Son sus ejecutores los dueños del porvenir, son quienes, como lo anunció Machado, " hacen camino al andar".


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