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También el mundo de la comunicación actual “es ancho y ajeno”

Abundancia, diversidad, fluidez, finura tecnológica y escasa regulación social, son las características principales de los recursos comunicativos de las sociedades contemporáneas. Vivimos actualmente enmarañados (en-redados) en telarañas de signos - como insistía Umberto Eco1- que en lugar de acercarnos, en ocasionan nos agobian y distancian. Muchas comunicaciones y poca comunicación parece ser la norma.

Y es que en el plano de la comunicación diaria, es decir, en el ámbito de las interacciones concretas, allí en la casa, en la empresa, en la escuela, en el grupo de amigos, nos mostramos realmente imperfectos. Siguiendo a Max Neef y muy respetuosos con los señalamientos de Ítalo Calvino, identificamos luego de sendas investigaciones (avanzadas en 19902, la primera y veinte años después, 20103, la segunda) cinco rasgos malignos en los actos comunicativos de varios miles de estudiantes universitarios colombianos. Tales rasgos, en su momento llamados sociopatologías de la comunicación, definieron con mucha precisión aquella “epidemia pestilencial” de perfil cognitivo y de repercusiones comunicativas de la que se quejó académicamente Calvino hasta minuto final del día de su muerte. El célebre escritor, nacido en Cuba y formado intelectualmente en Italia, explicó bien que las sociedades del último cuarto del siglo veinte estaban dominadas por unas señales perversas de convivencia: rapidez, concreción, uniformidad, superficialidad. Precisamente tales señales se apoderaron de la escuela, infiltraron la enseñanza y trastornaron la comunicación, esa que seguimos denominando con mucho de redundancia, comunicación humana.

En cuanto a lo educativo, el daño que las señales mencionadas ocasionaron en los aprendizajes escolares, sigue siendo evidente, también mayúsculo: “Sea breve y concreto”, “Haga rápido la tarea”, “Busque siempre lo más fácil, no se complique”, “Lo mejor para su tesis es conseguir un tema del que se consiga mucha bibliografía”, “Lo importante es una evaluación sencilla para calificar rápido”, fueron y son consignas que pareciendo sensatas se repiten con frecuencia en las rutinas de aula. El resultado lo sabemos y padecemos también con frecuencia: aprendices ligeros que asumen sus compromisos (si es que los asumen) de manera breve, concreta y rápida. Desde esas coordenadas, esperar que los aprendizajes no sean inconsistentes ni superficiales, es no solo una ilusión, sino una contradicción de principio.

En lo concerniente a la comunicación, la brevedad, la rapidez, la concreción y la superficialidad se instalaron con mucha más fuerza. Las incompetencias derivadas de tal situación nos alarman4. En lo sintáctico, se erigieron en prototipo formas recortadas; estructuras enunciativas fragmentadas; voces elípticas producidas sin sorpresa. En lo semántico, el modelo comunicativo asumido privilegió los significados simples, las formulaciones planas y casi vacías a las que Luria (2000)5, llamó con mucha generosidad “Comunicación de acontecimientos”, para diferenciar de modalidades adultas, cognitivamente avanzadas y significativamente complejas las que el mismo denominó “Comunicación de relaciones”. En la dimensión pragmática, los episodios comunicativos regidos por las señales nombradas, tienden a ser igualmente planos, morbosamente directos y generalmente propuestos con escasez de matices subjetivos. La fórmula de “ir al grano”, válida en muchas faenas cotidianas, es inadecuada para muchos propósitos comunicativos.

En definitiva, la comunicación actual en todas sus modalidades verbales y no verbales, oralidad, escritura, escucha y lecturas…se encuentra castigada. El perfil es claro, comunicadores argumentalmente frágiles, estructuralmente débiles y contextualmente fallidos que satisfacen sus necesidades oro-escriturales y lectoras con suma simpleza y que, por lo tanto, no logran situar sus aprendizajes más allá de lo más básico. La responsabilidad de los profesionales de la educación es clara, formar seres flexibles, fluidos, cognitivamente versátiles y socialmente bien adaptados. Para tal fin, parece inevitable asumir un modelo pedagógico y comunicativo que desconfíe, que asuma con reservas la concreción, que no se deje obnubilar por la rapidez y que enfrente con total decisión la superficialidad.

1 Eco, Umberto (1994). Signo, Labor, Barcelona. 2 Ver, Moreno, J, A. (1990). La del lenguaje, última peste del milenio. En: Revista Arte y Conocimiento, Bogota, Inpi-Colciencias, V, 7. 3 Moreno, J,A. ( 2010). De la peste del lenguaje, a la peste del milenio. La depresión cognitiva. En Rev Polemikos, FULIB, Bogotá

4 Las sociopatologías de la comunicación que las investigaciones arriba citadas encontraron y definieron son: Patosemias ( dificultades severas de comprensión; Adinámias comunicativas ( falta de iniciativa y creatividad); verbofobias ( rechazo a la palabra y por extensión al signo), estilos protolinguìsticos e inestructuraciones 5 Luria, A. (2000). Conciencia y Lenguaje, Madrid, Visor.


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