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El amor y la felicidad, destinos paralelos

  • Jairo Aníbal Moreno
  • 15 ene 2018
  • 1 Min. de lectura

Se tiene la sospecha de que el amor sí existe. Tenemos la certeza de que es posible la felicidad y también, conocemos que uno y otra son obsesiones humanas entrelazadas y - en ocasiones, contrarias - . Del amor, aunque ignoramos en qué consiste, imaginamos que lo es todo: el motivo, la meta, el horizonte, el escenario primario de la vida y el primer eslabón de muchas muertes. Para el arte, el amor es un motivo principal; para la ciencia social es una construcción cultural regulada por la ideología dominante; para la historia es el pretexto de todo y para las personas inteligentes es la razón de nada. Por su parte, la felicidad, esa segunda obsesión de los seres vivos supuestamente Mejor dotados, es la meta inalcanzable que nos viva la ilusión. Es poco y al mismo tiempo mucho, es la sonrisa de mi nieto, es el sueño de una patria libre de bárbaros y usurpadores, es la utopía de un mundo en el que las personas mantienen las manos y la mente ocupadas contando monedas y la vida empeñada envidiando miserias ajenas. Amor y felicidad, como en la canción de Pepe Quintero, dos destinos paralelos.


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